Emilio de Paz es un poeta peruano que ya ha superado la barrera de los 2000 poemas, ha publicado un poemario y sido incluido en diversas antologías. Acá te presentamos 8 de sus mejores poemas.
Emilio Paz (Lima, 1990) es profesor de Filosofía y Religión. Estudió en la Universidad Católica Sedes Sapientiae. En septiembre del 2016 publicó Septiembre en el silencio (Club de lectura poética, 2016), su primer poemario donde emplea la prosa como elemento principal. Algunos de sus poemas han sido publicados en los poemarios Estaciones en Verso (Sociedad Peruana de Poetas, 2016), Poemas de amor sin cadenas (Sociedad Peruana de Poetas, 2017); en las antologías virtuales Voces polisémicas (Editorial Polisemia, 2017), Las estaciones: 14 poemas y un relato (Editorial El Verso Azul, 2017): así como en las antologías poéticas de los recitales Furor I (Submarino, 2017), Poetas templofurianos (Templo Furor, 2017) y Memorial de las Batallas del Desierto – Paracas 2017 (PBC, 2017).
De igual manera, algunos de sus poemas aparecen en la Revista Caracol Azul y la revista AO Revista Literaria, ambas de México. Ganador del concurso “Mes de las Letras” de la Fundación Marco Antonio Corcuera. Ha participado en recitales de Lima, Barranco, Paracas y Cuzco, destacando los recitales del 2do Festival de Poesía de Barranco, el XXI Festival Internacional de Poesía del Cuzco “Enero en la Palabra” y el V Festival Internacional de Poesía “Primavera Poética” de Lima.
Lee 8 poemas (y algo más) de Emilio de Paz a continuación:
LUNA
Radiante,
fulgurante.
Tan ajena,
tan distante.
Calmas el ocaso
con alguna enigmática sonrisa.
Donde los ángeles se confunden
y los diablos se convierten.
Ni el demonio se mantiene indiferente.
Apareces de la nada,
aclaras al lienzo nocturno
con tu peculiar presencia.
Lejana,
inconmensurable.
Indescriptible,
imposible.
Tú, que, en tu soledad,
bailas tangos con las tristes almas.
Tú, que, en tu silencio,
entonas himnos para los corazones olvidados.
¿Cuánto más nos queda?
¿Una, dos, tres noches más?
¿Cuánto más deberé admirarte?
¿Una, dos, tres vidas más?
Sonriente,
perfecta.
Misteriosa,
siempre amada.
Ni Dios ni el diablo te poseen,
ni los mismos hombres que te ven.
Todos lanzan preguntas a tu misterio,
para ver si se encuentra alguna respuesta.
Luna, eso eres.
El último límite de la vida del hombre.
Su último horizonte,
su última esperanza.
¿QUÉ ES LA POESÍA?
«¿Qué es la poesía?»,
se pregunta el hombre
que mira a la luna.
Y un gorrión responde:
«Es el alma de los muertos».
Entonces, la luz se revela
para aquel hombre que es ciego.
Un verso se vuelve trayecto
para aquella alma lisiada
en un inservible combate.
Y su quebrantada alma
se despoja de su cuerpo
forjando un puente entre ella
y él, entre el hombre y su ser,
entre la vida y la muerte.
Entonces, la muerte es inservible,
porque esos hombres no mueren.
El alma permanece latente
en algún verso escrito
sobre la hoja que cae en otoño.
«¿Qué es la poesía?»,
se pregunta el hombre
que mira a la luna.
«Es la llave secreta de la vida»,
responde un cuervo blanco.
Y así vamos escapando al silencio
que abrasa nuestra mirada.
El crescendo de la voz del sol
termina abrazando
aquel verso que dejamos escrito.
Entonces, respondemos la pregunta
sobre la naturaleza de la poesía,
la respondemos con el mismo silencio,
pues con las palabras no basta:
es la vida misma quien habla.
EMBRIAGUEZ
Me embriago.
Bebo de tu recuerdo.
Sujeto tu mano,
es solo una ilusión.
Bebo de aquella copa rota,
donde mis labios se cortan.
Encuentro algún infierno,
entre aquellos recuerdos.
Los mismos que me llevan a ti.
Los mismos que me reclaman,
los mismos que me matan.
Recuerdos que bebo con dolor,
cuando el vino se termina.
Me embriago.
Bebo de tu recuerdo.
La taberna va a cerrar.
El dueño me va a echar.
¿A dónde voy?
Me siento en alguna escalera,
espero tu vuelta.
La acera se mantiene fría
y la gente es indiferente.
Nadie ve aquella lágrima,
nadie percibe aquella sangre.
Todo es silencio,
la noche se acrecienta.
Maldita sea,
¿dónde estarás?
Quizás serás de otro,
quizás serás de nadie.
Quizás estés lejos,
quizás estés cerca.
Quizás el tiempo haga efecto,
quizás el frío congele tu recuerdo.
El tiempo prosigue su marcha.
La serena abraza mis huesos.
Todo permanece quieto,
la gente,
los jóvenes,
las prostitutas.
Todo se ha detenido.
No queda más,
la sangre recorre el pavimento.
No queda más,
solo un cadáver que yace en el suelo.
ENTERRAR
Prefiero enterrar las últimas esperanzas que
dejé sobre la alacena. Dejarlas y partir, con lo
que poseo, a nuevas tierras. Dejar a mi familia,
a mis amigos, mi sueño… Dejar todo y no
encontrarme más con mi sombra (la única que
me acompaña) o con aquel instinto animal de
buscar la muerte frente a una pared, bajo un
auto, dentro de un pozo.
Prefiero enterrar el ayer en un ataúd lleno de
huesos mudos.
Porque es un delito querer creer cuando la
realidad habla en otro idioma. Es un innegable
delito que es atractivo. Creer, creer y creer.
Como si fuera respirar o comer. Pero no, el
creer no puede estar solo aquí.
Se confunde con las últimas esperanzas.
Sí, con aquellas mismas esperanzas que dejé
sobre la alacena, para que las encuentren
quienes visiten mi casa vacía.
No es sencillo. A pocos humanos les nace su
humanidad. Otros son inhumanos y, en
algunos casos, regresan a la bestialidad.
El hombre es la silueta de un árbol en medio
del desierto.
Un signo.
Una serpiente.
Un escorpión.
Y yo soy un hombre.
Entonces soy un escorpión.
Una serpiente.
Un signo.
La silueta de un árbol en medio del desierto.
Y con esto reafirmo mi convicción de dejar las
últimas esperanzas, quemar aquellas únicas
cartas, rechazar los presentes y los pasados.
Regresar y perderme entre rezagos de
humanidad, de amor, de fe. Porque la religión
no siempre ha sido mala. A veces, el hombre
ha sido el malo.
Y aquí estamos entre hombres.
Varones y mujeres que no saben de tristeza ni
de miedo. Solo saben del vacío dentro del
pecho. Uno que se ha vuelto hogar para un
oso polar. El único espacio frío que queda
luego de una ola de deshielos.
Somos el futuro de la casa de la muerte.
Y en esa casa no prevalece la esperanza de
un amor o de un adiós.
La mejor respuesta es el silencio y el silencio
se encuentra en un pozo, el pozo está en unos
ojos,
los ojos son parte de una silueta y la silueta es
de un árbol.
Entonces, regresamos al báculo del
pensamiento, el eje transversal de las
palabras.
La vida es de tantos matices, que el hombre
ha quedado ciego.
Y yo, decidí partir. Aún puedo ver, aunque sea
un asesino.
ENFERMEDAD
No tengo deseos de escribir, pero me siento
forzado a hacerlo. Debo dejar, por escrito, la
enfermedad de Dios (la que ya había sido vista
por Vallejo).
No es el mejor empleo, pero me da para
comer.
Me regala vestimenta.
Me regala un hogar donde pasar el invierno.
Me regala lo necesario para algunos placeres
que nadie necesita, ni yo mismo. Pero que son
indispensables para todos nosotros. Placeres
de carne y de hueso, placeres extraídos de los
libros del Marqués de Sade, placeres ocultos
tras las figuras abstractas que forma el humo
de cigarro mientras esperamos que abran los
barrotes.
No somos libres. Pero creemos serlo.
Y en esa idea que poseemos, en ese espacio
oculto del imaginario, logramos plasmar
algunos versos, algunos párrafos, algunas
pruebas escritas del Dios enfermo que
escuchamos. Porque la palabra posee poder,
no está aferrada al tiempo y va más allá de la
cultura. La palabra, la sacrosanta palabra es
un elixir para los poetas muertos.
Pero no todos son poetas.
La vida es poesía, pero no todos son poetas.
La vida es hermosa, pero no todos son poetas.
La vida es un frenesí, pero no todos son
poetas. La vida es sueño, decía Calderón de la
Barca, pero no todos son poetas.
Porque no todos son sensibles.
Porque no todos son conscientes.
Porque no todos son benevolentes.
Porque no todas son personas.
Y hay personas que ya no son hombres.
Y hombres que ya no piensan.
Y pensantes que ya no sienten.
Así el sentimiento se va esfumando como el
aire de un hombre bajo el mar, como las ideas
de un hombre bajo los efectos del alcohol. Así
se va esfumando el tiempo en el vuelo de las
aves que viajan hacia el sur.
Entonces, esto que se esfuma debe ser
recordado, permanecido, atrapado.
El único poder de detenerlo es la palabra.
La palabra de un Dios enfermo.
Una enfermedad causada por nosotros.
Nosotros que ya no somos hombres.
Hombres que lloramos y tememos a la muerte.
Muerte que nos ama. Muerte que nos odia.
Muerte que se afianza en las palabras de los
poetas, aunque no todos sean poetas.
Porque el poeta está sumergido en la palabra
que es humana y no todos desean ser
humanos. A veces, el ser humano se enferma
por su propia naturaleza.
Ser hombres es una enfermedad.
GUSANO
Por las calles de Lima, la antigua,
recorren los vagabundos, los perros olvidados,
de la paria de la sociedad burguesa.
La patria los ha dejado al final de la cola,
mientras que las ratas parlamentarias levantan
vuelo
para asegurar los contratos y las arriendas.
¿A alguien le importa el silencio de los vivos?
Es la pregunta que late bajo las escaleras de
la Catedral,
pero nos olvidamos que los fieles miran al cielo
y dejan de mirar al suelo.
Y los gusanos tienen más humanidad
que la estirpe de personas que veo pasar.
Por ejemplo, veo pasar a los policías,
a los miembros de la hermandad,
a los economistas y a proletarios,
a la clase media de Lima
que se dirige a los conos
luego de una larga jornada de trabajo.
Y todos caminan ocupados,
encerrados en una pantalla
y buscando subir la autoestima con una
reacción falsa.
Porque la humanidad se ha escondido
tras los velos de una imagen de madera,
tras la asta levantada a media caña,
tras las promesas de espectáculos y goces de
haberes.
A nadie la importa la patria de los perros
olvidados,
de los hombres despojados de sus familias,
de los vomitados por las alcantarillas
de un río que ya no habla,
de un río que solo tose cuando puede.
De uno que se venga a inicios de año
y que pierde fuerza a medida que la urbe
crece.
A nadie le llama la atención la paria
ni el dolor de una madre que no tiene leche
materna.
Porque la pobreza es tan grande
que estamos viviendo de la misericordia
como si fuera aire para nuestros pulmones.
¿Cuándo perdimos la consciencia?
¿Cuándo perdimos la dignidad?
¿Cuándo perdimos la necesidad de luchar?
Nuestras voces fueron apagadas
cuando encendieron las promesas mentirosas
de la clase burgués que nos gobierna.
Hay que ser gusano para sobrevivir.
Hay que ser perro para morir.
PENSAMIENTO ENCERRADO EN UNA BOTELLA CON VIH
Autobiografía en Re Menor
Obertura de Cándido Remual.
Pensamiento V de Alighieri,
mientras vemos a la prostituta de Florencia
engañar a los poetas.
Y a los quince años
ya sabía lo que era caminar por el infierno.
Con unos tragos de licor que robaba
y unas cajetillas de cigarro,
me prestaba a caminar por el sendero oscuro
que un amigo – enemigo me había enseñado.
Sexo a temprana a edad.
Muerte desde antes del nacimiento.
Promiscuidad asegurada en la adolescencia.
¿A quién le importaba mi rezo?
Con canciones de alacranes ardiendo
entre las fosas oscuras de mi pecho.
Mis manos manchadas de sangre,
mientras le quitábamos el capullo
a la chica que me amaba.
Mujer inútil que se creía mis palabras.
A mí solo me importaba jugar con fuego.
Y la prostituta de Florencia era mi alter ego,
se denigraba frente a la cúpula romana.
Bastión de curas y catequistas
que más cuerpos recorrieron que yo.
Y un vaso de vino tinto tomaba,
mientras la chica bailaba en mi cama.
A nadie le importaba el pecado de un niño.
Porque era un niño en un mundo de adultos.
Uno que ya sabía lo que era el infierno,
mientras el mundo guardaba silencio.
PENITENCIA
Percibí
el dolor
de un bebé
abandonado.
El llanto
de los niños
que sufren
de maltrato.
La violación
de una mujer
que creyó
en el amor.
El dolor
de un padre
que perdió
a su hijo.
La discriminación
de un homosexual
cuando lo botan
de su casa.
Percibí
la miseria
de la raza
humana.
El indómito
recorrido
de la esperanza
en mi pecho.
Porque
la pregunta
emana
del alma.
¿Para qué
sirve
la vida?
Hoy
estamos
en duda.
Percibí
tanto dolor
en esos ojos
que me veían.
Pues su mirada
abrazaba
mi espíritu
que lloraba.
Hoy sentí dolor
por un hombre
que moría
y dejaba huérfana
a su hija
de siete años.
¿Quién le explica
lo que es la muerte?
Percibí tanto dolor
que mi fe está llorando.
Y posiblemente
deje un rosario de lágrimas
en un altar
donde los hombres
muchas veces
se han quedado mudos.
Y me cuestiono
con la fragilidad de una roca
sobre el sentido
de esto que voy viendo.
Hoy sentí tanto dolor
que a veces lloro
por el simple hecho
de que sigo siendo humano.
ASESINO
Hoy
asesiné
los recuerdos
de la mujer
que amo.
Porque hoy
le quité
el saludo.
Nuevamente.
Y
ella
se percató.
Mi silencio
fue la moneda
que ella solicitó.
Y este amor
es una hogaza de pan
que se arroja
a los perros.
Ellos
valoran más
la carne humana.
Hoy
le quité
el saludo.
Y sentí
que el alma pesaba menos.
Posiblemente,
así seamos libres
de un pasado
que es error.
Hoy me volví
asesino
de sus buenos
recuerdos.
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