Hace 10 años comenzó a germinar la idea de este proyecto “Cuerpo expandido” de Josefina Muslera antes de viajar a Barcelona; impulsada por una búsqueda artística de encontrar esencias de lugares viviendo en ellos, a través de situaciones que captaran el corazón de la ciudad. No logró financiación pero quedó grabado en su memoria, no era su momento.
POR LA ARTISTA JOSEFINA MUSLERA
Continué trabajando y exponiendo en Buenos Aires; desarrollando en series de pintura, escritura y videoarte, búsquedas inspiradas en el misterio del ser humano, nuestra conexión con el mundo, y la experiencia del cuerpo, pero llegaron a un límite. Un día desperté con la certeza ineludible de querer ir más allá.
“Llega un momento en que es necesario abandonar las ropas usadas que ya tienen la forma de nuestro cuerpo y olvidar los caminos que nos llevan siempre a los mismos lugares. Es el momento de la travesía. Y, si no osamos emprenderla, nos habremos quedado para siempre al margen de nosotros mismos” Fernando Pessoa
Ya no esperaría financiación, lo haría yo misma (por lo menos en esta primera instancia). Decidí dejar todo atrás e iniciar Cuerpo expandido, guiada por el deseo de ser influenciada directamente por lo que cada paisaje tuviera para mostrarme y sacar de mi: emociones, sensaciones, pensamientos, miradas del mundo según la cultura que allí viviera.
Cuando pienso en la relación entre ser humano y naturaleza lo hago desde la intuición de encontrar en esta, una vía de descubrimiento profundo de uno mismo, un espejo de los más íntimos y crudos aspectos de nuestra personalidad. Por ello me interesó la idea de habitar por un tiempo paisajes diversos; tenía en mi memoria experiencias sobre estados muy concretos y muy diferentes por ej, en el desierto de Sharjah (UAE), en el bosque de Necochea (Argentina) , nadando profundo en el mar en Villa Gesell (Argentina), o en la laguna brava en los andes en la Rioja (Argentina) y me propuse explorar estas vivencias de una forma más consciente y metódica.
Lo que determinaba mis destinos en el inicio, era lograr algún intercambio simbólico, de esta manera vivir estadías lo más prolongada posible para conocer un poco más en profundidad la naturaleza del lugar que habitara. Las negociaciones no fueron sencillas pero formaron parte fundamental del proceso de aprendizaje de esta etapa. Así durante dos meses logré acuerdos en dos pueblos jujeños realizando murales. Para mi fue mucho trabajo y compromiso en cada uno, por lo cual me quedaba poco tiempo libre y el foco en esas estadías estuvo puesto en el trabajo e interacción con la gente del lugar. Necesitaba tener tiempo sin apuro para hacer recorridos por el entorno, pero fue difícil encontrar ese balance. Logré hacer algunas caminatas solitarias en esa naturaleza, algo que me abrió una nueva dimensión perceptiva, la del peligroen lo salvaje. Si nos alejamos de la zona urbanizada, quedamos a merced del destino. Esa adrenalina aminora cuando se conoce el lugar y el lugar le conoce a una. Fué más adelante que tuve un maestro que me dijo, “cuando vayas a naturaleza salvaje siempre debes llevar un cuchillo”
Cada llegada a un nuevo pueblo, me abría un panorama inmenso de posibilidades; ¿que ver? ¿que me muestra este lugar?, ¿cual es su esencia?, ¿que haría allí?. Es justo como expresa Lévi-Strauss en Tristes Trópicos “En un primer momento; todo paisaje se presenta como un inmenso desorden que permite elegir libremente el sentido que prefiera dársele…” Por ello fue necesario no sentir apuro en concretar algo, ni cerrarme a lineamientos preconcebidos y más en esta instancia tan virgen del proyecto; me permití fluir con todo el tiempo del mundo; y poco a poco ver, descubrir, encontrar.
Al inicio me hospedaría en una escuela sobre la pre-cordillera, cerca de las salinas Jujeñas; un pueblo llamado El Moreno, habitado por familias nativas de la cultura Colla, a 3700 msnm. La más hostil soledad la experimente en este lugar, en una naturaleza minimalista con demasiado cielo y espacio, en contraste al poco oxígeno que allí se respiraba y una cultura muy acorde a este paisaje. Todo allí era silencio, luz y contraste (el sol ardía y la sombra congelaba). En esa escuela pinté un mural inspirado en el árbol nativo más añejo del pueblo y su montaña sagrada; el churqui y el Chañi. Todos los estudiantes y habitantes se identificaron con esta pintura, y allí descubrí algo bello, no pretendía hacer arte para mostrar al mundo, sino captar simbólicamente la esencia de esas dos entidades y que fuera solo para ellos.
Los viajes entre cada destino fueron inspiradores. Descubrí mi interés por los tránsitos luego de ver el cambio de paisajes de un pueblo a otro a varias horas de distancia, y viendo a su vez que la gente realiza diariamente estos viajes para sus trabajos o búsqueda de alimento; por ejemplo paradas como cualquier bus urbano pero en puntos recónditos entre montaña, donde las gentes subían o bajaban con bolsas de papas o frutas. Una parada que me llamó la atención fue a algo más de 4000 mts, un baqueano bajo sobre una curva a las 5 am y desapareció bajando por la montaña empinada. Comencé a reflexionar sobre el progreso y sistemas de vida; sobre lo poco que generalmente conocemos de nuestro propio país; sobre lo nefasto de la globalización; sobre la amplitud y riqueza del mundo; y nuestro ingenuo hábito de pensar que con solo ver videos en youtube, o tv, o medios de difusión creemos saber lo que pasa en culturas lejanas. Sobre lo fundamental de la experiencia directa como forma de aprendizaje. Sobre mi ser artista, y evidente distanciamiento del sistema de arte contemporáneo
En El Moreno, tuve largas conversaciones con docentes (mis héroes) y en menor grado gente del pueblo, quizá faltó tiempo para ello. Tuve el privilegio de quedarme un fin de semana y ser invitada a participar de un ritual familiar de arreo de vacas y toros para marcarlos y caparlos ayudando a una pareja de 80 años que vive solitaria a un costado de las salinas. Fue todo un espectáculo que me hizo ver la relación de fuerzas entre animal y humano; animales que con un movimiento simple podían derrumbar un cuerpo; astucia y estrategia de los hombres para poder atrapar un animal.
Esta cuestión de la relación de fuerzas y estrategia me despertó un interés muy fuerte, que deseaba seguir explorando.
Durante el transcurso de abril y mayo estuve además en Purmamarca, la Quiaca y Tilcara. Realicé otro mural en Purmamarca donde logre un magnífico trabajo y un pésima negociación, no tuve mayor tiempo libre para recorrer y esa experiencia de estadía me resultó hostil, pero por dentro seguí madurando mi inquietud mayor, ya era momento de realizar una interacción directa con la naturaleza.
Fue en Cafayate Salta donde desarrollé el proyecto más fuerte y decisivo de esta primera etapa de Cuerpo Expandido, “La piedra dorada” mi primer proyecto de land art en el cual descubrí lo que realmente implica trabajar en la naturaleza usando solo la fuerza y estrategias del cuerpo; y donde descubrí que lo estético es realmente sólo un reflejo efímero de algo más profundo y necesario, crear símbolos.
Durante mi estadía trabajé en un hotel y tuve tiempo libre de sobra para realizar caminatas por esa naturaleza. Descubrí que el río Chuscha, que atraviesa la ciudad, transportaba mica dorada; me impactó lo sutil de su brillo y me pareció un rasgo singular de esta naturaleza y cultura; sus casas son construidas con arena de ese río.
Me interesó modificar una piedra de gran tamaño, cubriendola de dorado, la imaginaba como una piedra solar. Quería transformar una superficie opaca en brillante, haciendo que refleje su propio brillo y que al ser tocada por los rayos del sol irradie luz dorada natural; relacionando el dorado a lo sagrado. Finalmente, me inquietaba lo que no me atreví a preguntar en El Moreno o Purmamarca, que al ser ajena a esa tierra pudiera concretarlo.
En ese período conocí a Nico Rupay, nativo de la cultura Calchaquí y guía turístico, quien me invitó a conocer El Paso, un lugar a 22 km de la ciudad, dentro de los valles calchaquíes.
En estas tierras , que antes de los Andes estuvieron bajo el océano, se encuentran caracoles y fósiles marinos. Tierras sedimentarias, con distintos tipos de arcillas, yesos, óxidos etc. que están en erosión continua, cambiando de forma por los vientos y lluvias.
Pensé que aquí podría realizar el proyecto, moviendo esa mica a esta zona, conectando dos espacios distantes dentro de esta misma localidad.
Le propuse a Nico colaborar por sus conocimientos del territorio; y como aval de permiso para intervenir esas tierras sagradas. Aceptó con gran entusiasmo pero teníamos pocos días para realizarlo, y debíamos recolectar suficiente mica como para cubrir una piedra de gran tamaño.
El día de inicio del proyecto, fuimos a seleccionar la piedra y coincidió con el solsticio, rasgo simbólico que consideré especial e importante. Primero debimos pedir permiso a la Pachamama, acto ritual tradicional de los habitantes de esta zona.
La roca que eligiéramos quería que este semi-oculta; deseaba que sea plana, con cierta inclinación y de gran formato; y sobre todo, debía estar iluminada por el sol. Esta búsqueda nos llevó todo un día. La elección final fue viable en relación al tiempo pautado, y al esfuerzo físico que solo dos personas podríamos soportar para concretarlo.
Para recolectar la mica, caminamos durante varios días por la ribera del río Chuscha, descubriendo puntos específicos de donde podríamos sacar ese mineral lo más puro posible, sin que se mezcle con la arena.
Toda esta tarea de recolección y movilización, implicó un enorme esfuerzo físico, cargando peso y llevando nosotros mismos el material a ese sitio. Además, cuando el agua no era suficiente, teníamos que caminar aproximadamente 50 minutos hasta el río Calchaquí del otro lado de la ruta para recogerla, y regresar para continuar con el proyecto.
La arcilla, medio para conectar la mica con la piedra, la recolectamos en El Paso. En ese territorio solo se le está permitido extraer este material a los alfareros locales, pero no a empresas con maquinarias; detalle que me hizo reflexionar sobre proporciones orgánicas de consumo.
La intervención en la piedra duró dos días: El primero consistió en cubrir la piedra con varias capas usando de herramienta solo nuestras manos. Era fundamental cuidar la fuerza de mi mano sobre la superficie de la piedra para cubrirla sin que se destruya. A su vez, para que la mica se adhiera bien y quede lisa, debía ser un movimiento cuidado, solo con la palma.
En el segundo día, invitamos a que participen del proceso final de acabado de la piedra a mujeres de distintas culturas del mundo que estaban hospedadas en el hotel donde me alojaba. Esa mañana, salí bien temprano, antes que todos, ya que era fundamental ver cómo la luz del sol reflejaba en la piedra. Estar sola en ese lugar fue realmente especial, no me sentí más extranjera. Me puse a trabajar y luego llegó el grupo a colaborar. Fue muy emocionante y enriquecedora toda esta experiencia, la acción del trabajo colectivo e intercultural como cierre de la creación de la piedra me abrió una nueva perspectiva de trabajo.
Una semana después fui a tomar registros de La Piedra Dorada, y allí estaba, brillando. Logré descubrir el cambio de la luz solar de acuerdo con la hora del día y cómo estaba revelando diferentes brillos de la piedra por incidencia directa, o por el reflejo de las cercanas montañas rojizas. Me sentí orgullosa.
Realizar “La piedra dorada” fue, a mi interpretación, una alianza con la naturaleza; y una interacción entre mi cuerpo y esa piedra, como otro cuerpo. Realizarlo en un medio tan solitario, desértico y escondido tuvo la característica fundamental de ser una muestra de humildad y fuerza; de no querer perpetuar esta obra, sino soltar la acción y que se funda con el entorno quedando a merced de la incidencia del medio ambiente; y del azar, ser descubierta por algún caminante. Con este proyecto tomé real conciencia de que es fundamental aprender a “leer” el paisaje para no caer en decoraciones redundantes; y es esencial hacerlo con sumo respeto por la cultura que allí habita.
La piedra dorada fue la afirmación simbólica y sagrada de la presencia humana en esta naturaleza; a través de una acción ritual y guerrera, una piedra se convirtió en símbolo.
Hoy me encuentro en Lima, ciudad que ya forma parte de este proyecto. Inicialmente me interesaba solo habitar pueblos pequeños en naturalezas inmensas para notar con más fuerza la influencia que ésta ejerciera en mi cuerpo, pero he ampliado la mirada, y ya no haré esa diferencia; al contrario los contrastes son interesantes.
Así que en esta etapa de Cuerpo Expandido, también trabajo sobre la influencia que esta bella y terrible relación entre montaña, cultura, desierto y mar ejercen en mi; desarrollando series de dibujos, pinturas y videoarte influenciados por Lima. Tengo en mente una serie de acciones pictóricas que deseo desarrollar; y una idea de land art que me interesa concretar, creo que tiene una carga simbólica muy conectada con esta cultura.
En mayo estuve en Chiquián trabajando en un hotel casi un mes, y si bien tampoco tuve demasiado tiempo libre para recorrer el paisaje más allá del perímetro natural; descubrí con más claridad caminos de búsqueda, registro y trabajo en próximos viajes dentro de Perú. Transformarse en cada paisaje, ver el mundo con ojos nuevos cada vez no es cosa sencilla, es fundamental el tiempo. Tuvieron que transcurrir varios días hasta que dejé de encontrar reflejos de mi vivencia en el noroeste argentino, para ver lo que me mostraba este nuevo paisaje, su cultura y qué aspectos de mi misma emergían allí.
Quedó abierto volver, y seguir conociendo más en profundidad ese área de la cordillera blanca. También estuve en Paracas por un día e imaginé trabajar conexión entre espacios y ciudades de Perú.
Cambiar de país, trajo una nueva dimensión a este proyecto: más claridad en el concepto de tránsitos.
Me entusiasma el trabajo y desafíos que tengo por delante, y poder compartirlos.
Volviendo a citar a Lévi-Strauss en Tristes Trópicos: “Cada hombre – escribe Chateaubriand- lleva en sí un mundo compuesto por todo aquello que ha visto y amado, donde continuamente regresa, aun cuando recorra y parezca habitar un mundo extraño”. De una manera inesperada, entre la vida y yo, el tiempo ha tendido su istmo; fueron necesarios veinte años de olvido para encontrarme frente a una experiencia antigua cuyo sentido me había sido negado y su intimidad arrebatada por una persecución tan larga como la Tierra.”
Quizá sea esto parte fundamental del proceso de Cuerpo Expandido, la importancia y valoración del tiempo; en cada viaje podré ver con mayor claridad todo lo que la vivencia anterior hubiera impregnado en mi, y evolucionar.
Josefina Muslera
Lima, octubre de 2018
https://cuerpoexpandido.blogspot.com