30Jul,16

Del Perú sus poetas, 7 poemas peruanos

domingo de ramos

La poesía peruana siempre ha recogido las mejores opiniones de la crítica internacional. A lo largo de los años por las calles de nuestro país caminaron diversos poetas que escribieron sobre ellas. Aún tenemos ese saborcito de un nuevo aniversario patrio y quisimos reunir algunos de los mejores poemas de los poetas peruanos. Uno más conocido que el otro pero no por eso menos talentoso.

PERO NO SÉ QUÉ HUELE…
(Domingo de Ramos)

Pero no sé qué huele
La cama tu espalda el lirio o el surco perlado de tu boca
No sé qué huele
tu pie delgado que cae sobre mi rostro
tu pelo evaporado o esa tendencia tuya de sobarme como si fuera roca
como en un dibujo japonés que hace que tus manos refrieguen
dulcemente mis partes negras olorosas infecundas como ese cielo
despierto escandalosamente amanerado que se mueve como el saludo
de un caballo
No sé qué huele
y no es excremento ni el sudor de tu primer día de nacida
ni es la sangre chorreando en tus muslos sobre tus medias
es esa mañana con que te cubrí de un suave fulgor que invadió mi
cuarto
cuando te despides involuntariamente de tu cuerpo
y me dejas violentarme descargarme ionizarme como un tronco
en tu cauce como un delfín en tu fondo azul
Nave en crisis
Descontrol
quiebre
Acción secular
Dócil manubrio dentro de ri
Cabeza girante
deshecha paja
culeada forma
picassiana perspectiva
volumen de Gala en la ventana
mientras te miro por detrás v no es una puerta
es el paraíso miltoniano lo que añoro todos los días lo que llevo en mi mente
mientras trabajo me cambio de ropas compro voy al cine al burdel a la cantina
con tus pósters posando para mí o cuando voy al Internet a decirte que te tengo
entre las piernas desarropado errante como una combi asesina
veriándome cayéndome
oyendo Yo te amo yo tampoco viendo el anal sentido que tiene tu cuerpo
como en “El último tango en París” donde ella es penetrada por el dedo filoso de Marlon
Así me persigue esa imagen que se nutre cuando no llegas cuando no vienes
o me cojudeas con tus frondosidades y soy un montón de nudos
como si estuviera con miles de putas pero tú eres universalmente todas
ellas y ninguna que me tragas con tu mesura discreta y confiada
de aplacar todos mis fluidos
Umbroso olor
Umbrosa conflagración entre pieles
Umbroso calor
Horrendo placer
Avizoro tu señal
del no ser del no estar
de estos fusilamientos en cuartos en hostales
sigilosa y despavonada estrella
yo soy tu aerolito
que hiere en tu densa telaraña
Dignum coitum
contra tu ropa cerrada mojada

SI ME QUITARAN TOTALMENTE TODO
(Alejandro Romualdo)

Si me quitaran totalmente todo
si, por ejemplo, me quitaran el saludo
de los pájaros, o los buenos días
del sol sobre la tierra,
me quedaría
aún
una palabra. Aún me quedaría una palabra
donde apoyar la voz.
Si me quitaran las palabras,
o la lengua,
hablaría con el corazón
en la mano,
o con las manos en el corazón.
Si me quitaran una pierna
bailaría en un pie.
Si me quitaran un ojo
lloraría en un ojo.
Si me quitaran un brazo
me quedaría el otro,
para saludar a mis hermanos,
para sembrar los surcos de la tierra,
para escribir todas las playas del mundo, con tu nombre, amor mío.

LAS CARTAS SECUESTRADAS
(Juan Gonzalo Rose)

Tengo en el alma una baranda en sombras.
A ella diariamente me asomo, matutino,
a preguntar si no ha llegado carta;
y cuántas veces
la tristeza celebra con mi rostro
sus óperas de nada.

Una carta.

Que me escriba una carta quien me hizo
los ojos negros y la letra gótica,
que me escriba una carta aquella amiga
analfabeta de pasión cristiana;
duraznos de mi tierra: que me escriban,
vientos los de mi rambla: que me escriban,
y redacte una carta pequeñita
mi hermana abecedaria y pensativa.

Muertos los de mi infancia
que se fueron
dormidos entre el humo de las flores,
novias que se marcharon
bajo un farol diciendo eternidades,
amigos hasta el vino torturado:
¿no hay una carta para Juan Gonzalo?

Si no fuera poeta, expresidiario,
extranjero hasta el colmo de la gracia,
descubridor de calles en la noche,
coleccionista de apellidos pálidos:
quisiera ser cartero de los tristes
para que ellos bendigan mis zapatos.

El día que me muera ¿en una piedra?
el día que navegue ¿en una cama?
desgarren mi camisa y en el pecho
¡manos sobrevivientes que me amaron!
entierren una carta.
sombra pegada a tu sombra que te ilumina de veras.

LEJOS DE LA TIERRA
(Samantha Berger)

Súbitamente descubro en tu cuerpo mis líneas,
como el reflejo silencioso de una imagen delirante
como el susurro suplicante de palabras sofocadas
súbitamente
te propongo absoluta,
y redundando,
rindo culto a los murmullos de una estrella sumergida

Mujer terrestre
Mujer museo
Mujer delirio

Mujer estruendo

Desde estos nardos desvalidos te propongo imperturbable
tan levemente develada
que te respiro cuando surges,
tan levemente resurgiendo
que te respiro cuando emerges
cuando te sueñas
imperfecta y sugerida

Disonante nínfula de acero.

ME VIENE, HAY DÍAS, UNA GANA UBÉRRIMA, POLÍTICA
(César Vallejo)

Me viene, hay días, una gana ubérrima, política,
de querer, de besar al cariño en sus dos rostros,
y me viene de lejos un querer
demostrativo, otro querer amar, de grado o fuerza,
al que me odia, al que rasga su papel, al muchachito,
a la que llora por el que lloraba,
al rey del vino, al esclavo del agua,
al que ocultóse en su ira,
al que suda, al que pasa, al que sacude su persona en mi alma.
Y quiero, por lo tanto, acomodarle
al que me habla, su trenza; sus cabellos, al soldado;
su luz, al grande; su grandeza, al chico.
Quiero planchar directamente
un pañuelo al que no puede llorar
y, cuando estoy triste o me duele la dicha,
remendar a los niños y a los genios.

Quiero ayudar al bueno a ser su poquillo de malo
y me urge estar sentado
a la diestra del zurdo, y responder al mundo,
tratando de serle útil en
lo que puedo, y también quiero muchísimo
lavarle al cojo el pie,
y ayudarle a dormir al tuerto próximo.

¡Ah querer, éste, el mío, éste, el mundial,
interhumano y parroquial, proyecto!
Me viene a pelo
desde el cimiento, desde la ingle pública,
y, viniendo de lejos, da ganas de besarle
la bufanda al cantor,
y al que sufre, besarle en su sartén,
al sordo, en su rumor craneano, impávido;
al que me da lo que olvidé en mi seno,
en su Dante, en su Chaplin, en sus hombros.

Quiero, para terminar,
cuando estoy al borde célebre de la violencia
o lleno de pecho el corazón, querría
ayudar a reír al que sonríe,
ponerle un pajarillo al malvado en plena nuca,
cuidar a los enfermos enfadándolos,
comprarle al vendedor,
ayudar a matar al matador ?cosa terrible?
y quisiera yo ser bueno conmigo
en todo.

El bosque de los huesos
( Luis Hernández)

Mi país no es Grecia,
Y yo (23) no sé si deba admirar
Un pasado glorioso
Que tampoco es pasado.
Mi país es pequeño y no se extiende
Más allá del andar de un cartero en cuatro días,
Y a buen tren.

Quizá sea que ahora yo aborrezca
Lo que oteo en las tardes: mi país
Que es la plaza de toros, los museos,
Jardineros sumisos y las viejas:
Sibilinas amantes de los pobres,
Muy proclives a hablar de cardenales
(Solteros eternos que hay en Roma),
Y jaurías doradas de marocas.
Mi país es letreros de cine: gladiadores,
Las farmacias de turno y tonsurados,
Un vestirse los Sábados de fiesta
Y familias decentes, con un hijo naval.

Abatido entre Lima y La Herradura
(El rincón Hawai a diez kilómetros
De la eterna ciudad de los burdeles),
Un crepúsculo de rouge cobra banderas,
Baptisterios barrocos y carcochas.
Como al paso senil del bienamado, ahora llueve
Una fronda de estiércol y confeti:
Solitarios son los actos del poeta
Como aquellos del amor y de la muerte.

Patria tristísima
(Manuel Scorza)

Ay, Perú, patria tristísima.
¿De dónde sacaron los poetas sus pájaros
(transparentes?
Yo sólo veo dolor,
yo, únicamente amargas cocinas,
yo, puramente platos vacíos,
a mí solamente sálenme espinas,
sálenme lobos del pecho abierto.
¿En dónde no estuvo la tiranía,
la frente arrasada, el pétalo impotente?
¡Hasta en las más dulces frutas
hallé carbones encendidos!

Ay, Perú, patria tristísima.
Si yo llamara al padre
y al padre padre hasta el padre más antiguo
para que me mostrara la dicha,
toda la felicidad que aquí sonó
cabría en un pañuelo.
Oyeme, patria:
yo como tú estoy hecho con el metal del humillado.
En las sierras se muerden la nieve
hombres amargos como yo;
en las aldeas tropiezan con su pecho
hombres heridos como yo;
en pueblos pálidos se buscan entre las cáscaras
desgraciados como yo.

¡Ah, qué tristeza!
Cuando yo era niño,
veía el crepúsculo agitar sus crueles alas
sin saber que buscaba mi boca para gemir,
pero fui llenándome de cuervos,
mi vida fue cubriéndose de dientes:
ahora soy el dolor de esta tierra quebrada.
No me traigan alondras, ni manzanas.
No se puede apagar con saliva mi pueblo ardiendo,
no se puede pegar con palomas mi patria rota,
ni América en pedazos, mi amor, mi agonía.

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