15Ago,18

DOSIS DE CUENTO: ‘LA MALENA’

Escribe: David Flores Heredia.

Estaba sentado en el barrio junto a Pichi y al Chancho conversando acerca de la infancia cuando apareció ante nuestras mentes el recuerdo caliente de la Malena, una cholona chata de unas tetazas y un culazo redondo, que gustaba desnudarse en su ventana para que todo el barrio la viera y enloqueciera, sonreír con su risa de diablo y sensual contonearse al caminar, decirle a los niños que le compren galletas o lo que fuere, y si lo cumplían bien podían acceder a su rifa nocturna en la cual 5 elegidos pasarían a su escalera, porque vivía en un edificio de solo dos casas, una a cada lado al cual se accedía por una escalera recta, ella a la izquierda. En esa escalera, aprovechando la casi nula aparición de vecinos hacía ingresar a los afortunados y cerraba la puerta de la calle para convertir el espacio en el escenario donde a todos se les desnudaba, hacía lamer sus senos, les daba piquito a cada uno, frotaba su culo o su vagina desnuda contra los niños y adolescentes con la pinga afuera como regla. Por supuesto esa fama voló, pero ella solo amaba a los niños, como afirmaba riendo estruendosamente. No se dejaba tocar por los mayores y los palomillas que al ver que no atracaba se iban o la insultaban: “chola de mierda”. Pero nosotros chicos en ese tiempo éramos presa de su encanto. Pichi vivía en la cuadra siguiente, yo en el edificio frente a ella y el Chancho a la espalda de mi casa.

La Malena vivía con su madre, la señora frutera del mercado más asada que nadie; su hermana Ingrid de un tamaño gigante para su edad y el barrio, casi uno noventa, simpática y risueña enamorada de un chico 8 años mayor, ella 12, él 20, apodado el Mostro; y su hermanita menor que tenía en esos tiempos 5 a 6 años. Nuestras reuniones para jugar pelota, mataperrear o ir a los tonos no podían ser consumadas sin pararnos en mi balcón y esperar que ella salga y nos muestre sus tetas, cuántas masturbaciones fueron bendecidas con su cuerpo proyectado.

En la calle la Malena sonreía mucho, pero se mostraba seria con la gente mayor, dicen que un viejo de mi edificio, segundo piso, apodado Piojo bomba, policía nefasto que lo botaron por vender armas oficiales en mal estado, quiso violarla de niña y desde allí quedo con ese gusto por exacerbar su sexualidad. Quién sabe. Lo único que todos aplaudían era su libertad porque incluso cuando estaba en mi balcón tranquilo conversando con mi abuelito, yo de 9 años, ella asomaba a su ventana envuelta en su bata, nos miraba como parte de su palco imaginario y se desnudaba toda, bailaba hacia atrás para que pueda vérsele completa. Las primeras veces nos metíamos a nuestra casa, otras veces, ya de tanto, nos quedábamos y ni comentábamos el hecho, o decíamos “pobrecita”, pero por dentro sentía: “pasu qué grandota”. Será que todo el tiempo estuvo cerca y que fui parte de los elegidos varias veces que terminó por ser algo común verla calata. Al escuchar esos momentos y no haber sido participe Pichi ponía una expresión facial de un dolor inenarrable.

En ese rincón del placer, la Malena, que tenía 15 y los elegidos entre 9 y 10 años, los colocaba en semicírculo en la escalera y ella desde la planicie, entre ambas puertas, de fondo una pared sucia, al centro bailaba y suavemente se desnudaba, olía a axila, a vagina, a sudor, y entre sus bailes y locuras iba llamando a cada uno con el dedo para que la puntee, luego lo besaba en la boca, luego formados les pasaba sus senos por la boca, les agarraba la pinga y les permitía meterle el dedo en su vagina un ratito, a veces un poco más, hasta que casi saltaba y se iba. En el interín preguntaba quién había sido su primera novia, qué opinaban del amor, si habían visto haciendo el amor a sus padres y si ella les gustaba, a lo que todos respondían afiebradamente que sí, luego a cada uno daba un chape con lengua de 10 segundos que todos contaban en voz alta como apresurando su turno y los despachaba porque plan de 8 – 9 llegaba su mamá y si los veía la cagada. Algunos fueron los que se ganaron con los golpes de la madre, no experimenté esa adrenalina, pero muchas veces nos ganamos porque parábamos en mi balcón y veíamos cómo se las arreglaban los elegidos de ese día por la lujuria deliciosa de la Malena y el infortunio de la inusual llegada rauda de su mamá, usualmente notificada por algún soplón herido -por no ser elegido- al grito de: “señora a su hija se la están culiando los mocosos mañosos de la 6”. Ella llegaba como un rayo y pum abría la puerta o la agarraba a golpes hasta que Malena destrancaba, felizmente al lado vivía Don Pedrito que nos abría la puerta de su hogar sonriendo, un viejito buena onda, fotógrafo y dedicado a su cámara oscura y sus mujeres con las cuales se encerraba y nada tenía que ver con el mundo, salvo algunas ocasiones salvar a los chicos graciosos de la escalera, amiguitos de la niñita Malenita. Otra opción era meterse corriendo a casa de la Malena y desesperados esconderse en el techo y esperar que todos se duerman para tentar salir, o desde el techo pasar a otras casas con los peligros de pasar a la de los perros pastores alemanes bravos o la de Don Pedrito que tenía vidrio de botella como división. Todo era salvaje y salvador, pero los que no tenían la suerte, ya sea porque la Malena impedía el ingreso a su casa y Don Pedrito no estaba, eran agarrados a golpes y patadas por la brava frutera que sin piedad daba puñetazos, cachetadas, jalones de cabello, insultando a los chicos. ¿Y la Malena? Automáticamente cambiaba su forma fogosa y amante por una frialdad y seriedad e incluso lagrimas acusando que los chicos no la dejaban en paz, que eran unos mañosos asquerosos, lo que la madre furibunda creía y sin misericordia hasta piedras les lanzaba a los mocosos que salían llorando y corriendo de la escalera del placer.

Lo curioso es que la Malena hacía todo esto teniendo novio, el popular Cesitar Cornelio. Un cholón tranquilazo, estudiante de San Marcos en esos tiempos, de 23 años, que con ella orgulloso salía a pasear, era consentido en casa, e incluso, muchas veces, lo veíamos intimando en la sala desde la ventana abierta donde ella también se desnudaba. Yo vivo en el cuarto piso y en el tercero vivía mi primo el Jetón que era y es super amigo del Mostro con quien paraban conversando, ambos de 19 y 20 respectivamente, pero como Jetón es mi primo siempre podía andar con ellos escuchando y riendo de sus ocurrencias que rodaban en hablar de la Malena y las aventuras amorosas del Mostro con su hermana la Ingrid y en hacer una festiva alusión a la corrida de toros cuando veíamos pasar a Cesitar Conerlio, incluyendo gritos de “¡Ole!”. Cuando salía Cesitar y su novia, la Malena nos saludaba sonriente, pero con los demás era muy seria, una personalidad que  todo el barrio divertido señalaba diciendo: “puta, qué tal concha”.

Estos enamorados duraron varios años, nosotros fuimos creciendo y Malena también y empezó a cachar con otros. Así aparecieron diversos galanes que estaban con ella unos días y no aparecían más. Consultados del por qué la fugaz culminación de la relación, relataban que era “una loca de mierda, quiere que le metan huevadas por la concha”; otros que era “muy cachera, ya aburría” y otros que simplemente solo querían un polvo.  Así desfilaron varios, incluidos algunos de mi edad, ya de 15, como Pulguín que enamorado, aun sabiendo que ella igual tiraba con otros, estuvo con ella una semana, hasta que salió despachado con un cariñoso y confidencial “muy aburrido eres hijito” y él lloró varios días, pero lo reanimamos presentándole otra cachera, la negra Vicky que era la contraparte de la Malena y que vivía por el parque, así se le pasó rápido.

La Malena ya tenía a la sazón 20 años y su futuro profesional no era la prostitución porque jamás cobró y no creo tenía esas intenciones, ni tampoco se metía con hombres casados o maduros, solo le gustaba el sexo y exhibirse, y prefería los niños, aunque ya de grande necesitó una herramienta más grande o experiencia que los niños no poseían. Así se vaciló en su periodo fugaz de amantes contemporáneos a ella, hasta que un buen día dejó la variedad y anunció entre bombos y platillos que se casaría con Cesitar Cornelio. Todo el barrio se sorprendió ante el hecho, algunos por poco y lo colocaron en los diarios. La madre orgullosa del brazo iba con su hija contando a sus colegas del mercado las nupcias de su retoño, en concordancia, la joven dejó de desnudarse todos los días desde su ventana, varió a realizarlo una vez a la semana o dos, parecía había sentado cabeza.

El día que Cesitar pidió la mano, la ventana siempre abierta como marco televisivo de ese hogar, los balcones de mi edificio estuvieron llenos de gente de mi barrio, todos listos para matarse de la risa. Algunos bebían, otros eran familias sumamente divertidas expectando, yo había salido a comprar y me había olvidado de la hora que la chismosería profesional había precisado, por eso  al llegar al piso de mi primo, Jetón me dijo: “Oe David, puta tas que te pierdes la pedida de boda del año. El cachudo ta que se arrodilla y ha traído anillo y a sus padres y todo bien tradicionalito”. Fue un jolgorio, esa noche el barrio se convirtió en una discoteca llena de alegría, ya no hubo oles ni burlas ofensivas, hubo vivas para los futuros novios, y música toda la noche, acto distinto de la sobria reunión festejada en la mágica ventana con los implicados sentados tranquilos, conversando como personajes de teatro de un brindis, las fotos, los pactos y a casa. Esa madrugada fue una fiesta, la fecha estaba fijada.

Al pasar unas semanas, ya comprometida, la Malena que era malísima para las matemáticas deseaba entrar a la universidad y nadie sabe por qué le pidió enseñanza a mi primo el Jetón quien era una bestia para las matemáticas y no a su prometido Cesitar que estudiaba ingeniería. Alguno dijo que no tenía tiempo, por eso ella buscaba amigos que la ayuden. Así el Jetón que siempre decía “nica me la tiro, cuántas enfermedades tendrá” aceptó ser su profesor y la primera clase fue tranquila en la escalera histórica con la puerta de la calle abierta, la segunda en casa de ella con la presencia de la mamá y la tercera en su casa, de la cual la Malena salió gritando y llorando, acusando al Jetón de violador, al parecer la historia del Piojo bomba era repetida. Fue todo un escándalo, apareció Cesitar Cornelio indignado increpando, la mamá con policías, la Malena llorando, la gente salía sonriente de sus casas para averiguar, el Mostro y yo no sabíamos cómo defenderlo, mi abuelito no estaba y su mamá, mi tía que era super estricta y trabajaba en Sunat estaba en camino. Al llegar y ver todo armó la de barra brava, comenzó gritando: “¡quién estaba hablando así de su Jetón!, ¡que su hija era una gran puta y que se larguen!, ¡que el Cesitar era una cachudazo que no se haga el idiota!, ¡que la hija no podía casarse de blanco jamás!”. La madre de la Malena se abalanzó para pegarle, pero sus hijas y los policías la agarraron, mientras mi tía que era educada, aunque nada tonta y bien asada como todas las mujeres de carácter, seguía cantando las verdades al aire. Del escándalo se enteraron los padres de Cornelio y fueron para ayudar, pero ya todo el barrio estaba murmurando: “es una conchuda”; “sí, qué conchuda, si a mí me chupo la pinga en su escalera” decía uno fuerte como para que escuchen los padres; otros: “yo me la he comido, es una loca, le gusta el perrito por horas”, “oe pero tiene un culazo”, “sí, pero de ahí quiere que se la tiren de a tres, que le metan huevadas por el culo, no hermano, se te enferma y la canción”; algunas viejitas: “el muchacho es tranquilo, mejor que se entere la familia y se separen“ entre otros comentarios de esa clase. Todos terminaron en la comisaría.

Después de ese día pasaron tres cosas importantes: todo el mundo habló, a Jetón lo mandaron a Piura para que se le quite el susto y la Malena canceló su matrimonio y dejó de hablarle a todo el barrio y de desnudarse. De pronto la mítica ventana se cerró con el muro de la cortina, la Malena cambió, ahora seria, mirada dura y cortante, ya no saludaba a nadie ni sonreía a los niños, solo se le veía ir de la preparatoria a casa y salir a gritar a su hermana, la gigante Ingrid, cuando la veía con el Mostro porque, de pasadita, la situación afectó al Mostro, la madre no quiso que esté ya con ese chico de este barrio de degenerados y el Mostro sufrió. Meses después se fueron del barrio de madrugada sin que nadie las viera.

“No es exageración que los que la gozaron jamás olvidarán a la bella Malena, cuyas formas siempre fueron las de un jarrón de porcelana chola con un perfume a sudor agrio delicioso, algunos melancólicos siguen deseando el licor de sus labios y sus fluidos extraños para los que salían a la vida; su voz, sus gemidos, su abrazo, la forma de afrontar sus encuentros sexuales con los que creyéndose poseedores, en realidad fueron poseídos por ella y su fantasía; los que la veían desnudarse en la ventana y alegres se sentían tener una virgen extraña de barrio, alguien que los abrazaba con su erotismo; eran muchas las sensaciones y el perfume a recuerdo que dejó en el aire…”, inspirado el Chancho iba diciendo esto, cuando Pichi con rostro triste lo interrumpió: “ay la Malena siempre la quise cachar”.

Sorprendidos y sonrientes lo miramos, pero con su rostro afectado y en voz de pena nos contó cómo durante años la había deseado, cómo luchaba en sus madrugadas por no verla en sueños, por no masturbarse pensando en ella, por no esconderse tras haberla esperado horas a que pase bajo su balcón para solo mirarla. Nosotros le preguntamos “por qué no te acercabas o nos decías, fácil te facilitábamos el acceso, ya que éramos caseritos”, pero él, a pesar de ser trompeador y barrista con familia e historial en el Agustino, nos confesó que en temas de sexo siempre tuvo miedo desnudar sus sensaciones ante los amigos. Le dijimos que era un huevón y relatamos más cosas de ella.

Casi al despedirnos les conté mirando a Pichi:

  • Mira, ninfómanas ha habido varias en el barrio: la China del pasaje de Rick, la negra Vicky, la Coneja, la loca Mila y todas gratis, ahora estas chibolas de mierda cobran 50 porque se las tiren solo en las escaleras, pero no te preocupes, aún queda tiempo.
  • Si la Malena ya no existe pe David.
  • Espera, déjame contarte.
  • A ver cuenta, cuenta.
  • Hace unas semanas fue el santo de su sobrina, la hija de su hermana menor, la que regresó hace dos años a vivir al barrio con su marido. La que era chibolita en esos tiempos, ¿recuerdan? –ambos asintieron.
  • Ya, en esa fiesta, allí vi a la Malena, estaba bailando. Me alegró verla bien, aunque mayor, pero muy bien conservada…
  • ¿Seguía teniendo ese culazo?
  • Sí…
  • ¿Y hablaste con ella?
  • ¡Pé! deja contar pes carajo. Ya, la cosa es que la vi y normal me fui a hacer mis cosas. Como a las horas regresé por Isabel la católica y la encontré en el paradero, me dio una mezcla de nervios, porque no sabía si me iba a saludar, pero igual me acerqué y la saludé. Me miró admirada y me saludó, me sorprendí porque se mostró contenta y conversamos un ratazo de la vida y etc. Como la vi bien pintada y arreglada le pregunté a dónde iba y me contó que tenía una recepción de alumnos, que era profesora de sociología en la Católica y por eso estaba de sastre y se iba temprano de la fiesta. Me alegré. Luego me contó que vivía por Pando y conversamos más trivialidades. No sé cómo, pero pícaramente le fui metiendo el tema del pasado mientras esperábamos la 89. Ella reía y así entre una que otra joda me dijo: “David recuerdas cuando tuviste miedo de cachar conmigo, cuando te dije que me hagas el favor de contarme qué había dicho el Mostro de mí y obediente me contaste y te dije: “ya ahora pasa a mi cuarto, vamos a cachar”. “Sí -le dije- tenía 10 años, era todo muy raro para mí, muy violento, aparte tu cuerpo grandazo y era complicado, me asusté, pero igual no me fui, te dije que entre mi primo y ya los tres y me dijiste no y así pasó la hora y vino tu mamá”. “Sí me acuerdo huevón jajaja, pero la verdad siempre quise que me caches. Apunta mi número, cuando quieras llámame”. “¿De verdad?”. “Sí mi amor” y paró un taxi porque ya estaba apurada y se despidió con piquito.
  • ¡Maestro de mierda!, ¿tienes su número?
  • Sí, ahora lo busco y te lo paso.
  • Puta ¿firme no?, no te juegues así.
  • ¡Carajo es firme!

El chancho se mataba de risa, Pichi agradecido y super emocionado: ¡Ya hermano, de conchasumadre!

Así nos despedimos y al llegar a casa me puse a buscar, nada. Durante algunos días también seguí la pesquisa sin encontrarlo, lo había perdido. Pensé: “pobre Pichi, nunca se cachará a la Malena”.

                a mi amigo Jesús Cabezas Gonzales, alias “Pichi”

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