Cada vez que acaba el verano gran parte del litoral queda relegado a un tema paisajístico. Pero los daños que realizamos durante el periodo vacacional es irreversible. En una playa cualquiera de la costa peruana podemos encontrar pañales, condones, bolsas de plástico, botellas y otros desechos flotando.
En la arena el panorama es peor, botellas, latas, huesos de pollo, chancho y conejo, residuos de cebiche, de carbón consumido, colillas de cigarrillos y hasta excremento seco.
Este tema del descuido de nuestros bienes públicos es trasversal, se ve en Agua Dulce como en Puerto Fiel. Por más que uno quiera demostrar su lado eco friendly en redes sociales, todos somos responsables de la contaminación de nuestro mar, un recurso que nos ha identificado a nivel mundial y que lamentablemente desperdiciamos y depredamos de forma lamentable.
No olvidemos que Lima es la única capital del Pacífico, en la región no hay capitales costeras y Lima siempre ha sido un atractivo turístico y de negocios. Pero las playas sucias son el reflejo de lo que somos, tanto como los políticos que elegimos.
También es importante anotar que gran parte de la basura que aparece en el mar no proviene solamente de la orilla, muchas veces provienen de los ríos que desembocan hacia la costa.
Es hora de unificar voluntades, ir más allá de hacer campañas de limpieza que quedan aisladas en mero entusiasmo de responsabilidad social. Pensemos realmente si merecemos el mar que tenemos. Tal vez los bolivianos lo tratarían mejor que nosotros.