01Dic,16

Primera resurrección de Fidel (O los turistas no son revolucionarios)

la habana sin fidel 1

Por Eloy Jáuregui
Desde La Habana, Cuba
Jueves, 1 diciembre del 2016

1.

Como es su costumbre, esta madruga, cuando doña Julia Delgado salió a bañarse de luceros, asegura que se encontró con su Comandante Fidel Castro delante de la ceiba que crece al fondo de su casa en La Habana. Tenía un brillo especial detrás de su cabeza, dice, y lucía muy sereno. Entonces le recomendó que se cuide de las várices, que no abuse del ron y que se preocupe de alimentar al chivo para el Año Nuevo. Otros venerables ancianos que se ubican en el Parque Central de La Habana Vieja cuentan otras versiones sobre el mismo tema, la inmortalidad de Fidel. Cuando le comento esta tendencia a Pedro Rodríguez el mozo del Hotel Riviera de frente al Malecón, me explica que esa es la magia de Fidel, que aunque muerto, vivirá en ese imaginario real maravillo con el que se construyó esa omnipresencia de Castro en los momentos más difíciles de la Revolución. Con la muerte de Castro, todos los medios cubanos no hacen más que contar sus hazañas una y tantas veces. En el Sistema Informativo de la Televisión Cubana, una suerte de Telecentro en nuestros tiempos de Velasco, se repasa aquella vez que el Comandante zarpó desde México en el Granma y cómo es que llegó a instalarse en las cumbres de la Sierra Maestra para construir la primera revolución neocolonial en América. Catedráticos e historiadores del proceso declaran que la independencia de nuestros países fueron conquistas de las burguesías nacionales contra las administraciones coloniales, pero en Cuba, la Revolución fue más bien el triunfo de una rebelión popular contra la burguesía cubana que nadie duda en tildar como una tiranía.

2.

Luis Escobar es mi vecino en la Calle G y ya tiene 80 años. Cuando le pregunto cómo era la tiranía de Fulgencio Batista en la década de los cincuenta me explica con detalles el carácter abusivo y prepotente de esos años. Que por ejemplo, uno no podía mirarle el rostro a un policía porque este lo llevaba preso. Entonces había que bajar la cabeza. Que los salarios eran más que miserables y todos fiaban para el arroz y los frejoles, y que en La Habana, solamente estudiaban los hijos de la elite dominante. Bueno, y ni qué hablar de la prostitución y la delincuencia. Uno tenía que aceptar que sus hermanas vayan por la calle de putas porque era la única forma de traigan unos pesos para comer lo mínimo en la familia. No más preguntas. Mientras tanto, las cenizas del líder cubano continuaban esta mañana su recorrido al revés, de Oeste a Este, tal como lo hiciese con el triunfo de la Revolución el 1 de enero de 1959 en lo que se llamó “La caravana de la victoria”. Desde La Habana, donde partió ayer la comitiva con las cenizas de Fidel Castro en una urna jalada por un jeep, hasta Santiago de Cuba hay un poco más de 800 kilómetros. La caravana en estos momentos se encuentra en la provincia de Santa Clara –donde se hallan las cenizas también del Che Guevara– a la mitad del trayecto. Viaja, como dicen, en olor a multitud, en algunas parte la gente solo solloza, en otras apenas gritan “Fidel, Fidel, Fidel…” y en otros tramos cantan el himno nacional mientras agitan sus banderitas. Castro fue el último orador showman de América Latina. Sus presentaciones eran verdaderas puestas en escena y además tenía una virtud, que mientras hablaban al aire libre casi siempre aparecían palomas blancas para posarse en sus hombros. Hoy, los cielos de Cuba, lucen limpios, el sol agrede y solo las palomas siguen files al cortejo de su líder.

3.

Cerca de 4 millones de turistas han llegado en lo que va del año a Cuba. Solo un 20 por ciento se queda en La Habana y el resto se aloja a lo largo de las playas al Este de la capital cubana que ocupa Varadero y los mares celestes de los llamados, los cayos. Durante las exequias, apenas uno que otro turista estaba en una de las tres hileras que llevaban a lo alto del mausoleo de José Martí en la Plaza de la Revolución y donde miles de cubanos se despedían de las cenizas de su líder Fidel Castro. Así pude comprobar que la mayoría de extranjeros era o de Francia o de Italia. Ni alemanes ni canadienses –que es el grueso de los turistas que llegan a Cuba— les interesaba Castro ni ocho cuartos. Tienen razón, supongo, nadie viaja de vacaciones para asistir a un entierro. No obstante, de los otros turistas con quienes converse, parte del atractivo de Cuba no eran las playas o los tragos. No, era también la Revolución cubana, sus comandantes, sus historias. Cierto, eran aquellos que los ves con un libro, con su laptop, con sus mochilas. Son profesores, estudiosos, escritores. Entonces se puede hablar con ellos. Y ora te preguntan de Playa Girón y luego que dónde viven los Castro. Rossana es una italiana maestra de escuela en Turín. Ella está tomando un café en el lobby del Habana Libre. Me acercó porque está guapísima y en su medio español me pregunta si es cierto que Fidel Castro está vivo. Que también le han contado la historia de Julia Delgado. Y le digo que sí, que Fidel sigue vivo, que a esta hora está en Camagüey y hace unos minutos caminaba por Pinar del Río y solo hace un instante lo han visto en Holguín. Rossana me mira cachosa y de soslayo. Si no hubiese Ley Seca en Cuba seguro ya me hubiese casado con ella.

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