Perú es tierra de poetas y hoy celebramos el Día Mundial de la Poesía con 6 clásicos poemas nacionales.
Hoy 21 de Marzo se celebra el Día Mundial de la Poesía y nuestro país no es ajeno a dicha festividad. El Perú es cuna de poetas y de eso quedan pocas dudas. Este territorio a engendrado a diversos escritores que con sus versos lograron conquistar no solo a los peruanos sino al mundo. Ejemplos hay muchos y en esta ocasión quisimos recordar los más clásicos poemas escritos por poetas peruanos.
Puerto Supe
Blanca Varela
Está mi infancia en esta costa,
bajo el cielo tan alto,
cielo como ninguno, cielo, sombra veloz,
nubes de espanto, oscuro torbellino de alas,
azules casas en el horizonte.
Junto a la gran morada sin ventanas,
junto a las vacas ciegas,
junto al turbio licor y al pájaro carnívoro.
¡Oh, mar de todos los días,
mar montaña,
boca lluviosa de la costa fría!
Allí destruyo con brillantes piedras
la casa de mis padres,
allí destruyo la jaula de las aves pequeñas,
destapo las botellas y un humo negro escapa
y tiñe tiernamente el aire y sus jardines.
Están mis horas junto al río seco,
entre el polvo y sus hojas palpitantes,
en los ojos ardientes de esta tierra
adonde lanza el mar su blanco dardo.
Una sola estación, un mismo tiempo
de chorreantes dedos y aliento de pescado.
Toda una larga noche entre la arena.
Amo la costa, ese espejo muerto
en donde el aire gira como loco,
esa ola de fuego que arrasa corredores,
círculos de sombra y cristales perfectos.
Aquí en la costa escalo un negro pozo,
voy de la noche hacia la noche honda,
voy hacia el viento que recorre ciego
pupilas luminosas y vacías,
o habito el interior de un fruto muerto,
esa asfixiante seda, ese pesado espacio
poblado de agua y pálidas corolas.
En esta costa soy el que despierta
entre el follaje de alas pardas,
el que ocupa esa rama vacía,
el que no quiere ver la noche.
Aquí en la costa tengo raíces,
manos imperfectas,
un lecho ardiente en donde lloro a solas.
Piedra negra sobre piedra blanca
César Vallejo
Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París ?y no me corro?
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.
Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.
César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro
también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos…
No se trata de jugar tranquilamente…
Jorge Eduardo Eielson
Con el pene o la vagina
Como si fueran pájaros o peces
No es suficiente penetrar
En el fondo de otro cuerpo
Con el glande o la mirada
Nuestra sangre y nuestros huesos
Son tinieblas que se juntan casualmente
Y eso es todo. Mas el amor verdadero
Es un gigante de oro
Que no tiene pene ni vagina
Y que tampoco muere
Ezra Pound: cenizas y cilicio
Luis Hernández C.
1
Tower of Pisa
Alabaster and not ivory. Y eterno,
Para ferias de fascistas
Quien la canta.
Y ebrio ya de belleza y en demencia
(Puede ser que sus ojos sean nuestros)
Rojo mar y el adriático crepúsculo
Y dos guerras herrumbradas en su frente:
Frente a la lívida amenaza de la historia:
Ezra Pound,
Ezra
Y su ejército perenne en pie
De muerte.
Torre de Pisa
Et cinis et cilicium.
2
Ezra:
Sé que si llegaras a mi barrio
Los muchachos dirían en la esquina:
Qué tal viejo, che’ su madre,
Y yo habría de volver a ser el muerto
Que a tu sombra escribiera salmodiando
Unas frases ideales a mi oboe.
El milagro se oculta entre lo oscuro
Donde olvido y memoria son tan sólo
Los reflejos de lo áspero y amado,
La ilusión que ha surgido de enebro
Duramente recuerdo tus poemas,
Viejo fioca,
Mi amigo inconfesable.
Crónica de Lima
Antonio Cisneros
Para calmar la duda
que tormentosa crece
acuérdate, Hermelinda,
acuérdate de mí.
HERMELINDA, vals criollo.
Aquí están escritos mi nacimiento y matrimonio, y el
día de la muerte
del abuelo Cisneros, del abuelo Campoy.
Aquí, escrito el nacimiento del mejor de mis hijos, varón
y hermoso.
Todos los techos y monumentos recuerdan mis batallas
contra el Rey de los Enanos y los perros
celebran con sus usos la memoria de mis
remordimientos.
(Yo también
harto fui con los vinos innobles sin asomo de vergüenza
o de pudor, maestro fui
en el Ceremonial de las Frituras.)
Oh ciudad
guardada por los cráneos y maneras de los reyes que
fueron
los más torpes -y feos- de su tiempo.
Qué se perdió o ganó
entre estas aguas.
Trato de recordar los nombres de los Héroes, de los
Grandes Traidores.
Acuérdate, Hermelinda, acuérdate de mí.
Las mañanas son un poco más frías,
pero nunca tendrás la certeza de una nueva estación
-hace casi tres siglos se talaron los bosques y los pastos
fueron muertos por fuego.
El mar está muy cerca,
Hermelinda,
pero nunca tendrás la certeza de sus aguas revueltas, su
presencia habrás de conocerla en el óxido de todas las ventanas,
en los mástiles rotos,
en las ruedas inmóviles,
en el aire color rojo-ladrillo.
Y el mar está muy cerca.
El horizonte es blando y estirado.
Piensa en el mundo
como una media esfera -media naranja, por ejemplo-
sobre cuatro elefantes,
sobre las cuatro columnas de Vulcano.
Y lo demás es niebla.
Una corona blanca y peluda te protege
del espacio exterior.
Has de ver
4 casas del siglo XIX
9 templos de los siglos XVI, XVII, XVIII.
Por 2 soles 50, también, una caverna
donde los nobles obispos y señores -sus esposas, sus
hijos-
dejaron el pellejo.
Los franciscanos -según te dirá el guía-
inspirados en algún oratorio de Roma convirtieron
las robustas costillas en dalias, margaritas, no-me-olvides
-acuérdate, Hermelinda- y en arcos florentinos las tibias
y los cráneos.
(Y el bosque de automóviles como un reptil sin sexo y
sin especie conocida
bajo el semáforo rojo.)
Hay, además un río.
Pregunta por el Río, te dirán que ese año se ha secado.
Alaba sus aguas venideras, guárdales fe.
Sobre las colinas de arena
los Bárbaros del Sur y del Oriente han construido
un campamento más grande que toda la ciudad, y
tienen otros dioses.
(Concerta alguna alianza conveniente.)
Este aire -te dirán-
tiene la propiedad de tornar rojo y ruinoso cualquier
objeto al más breve contacto.
Así,
tus deseos, tus empresas
serán una aguja oxidada
antes de que terminen de asomar los pelos, la cabeza.
Y esa mutación -acuérdate, Hermelinda- no depende de
ninguna voluntad.
El mar se revuelve en los canales del aire,
el mar se revuelve,
es el aire.
No lo podrás ver.
Mas yo estuve en los muelles de Barranco
escogiendo piedras chatas y redondas para tirar al agua.
Y tuve una muchacha de piernas muy delgadas. Y un
oficio. Y esta memoria -flexible como un puente de barcas-
que me amarra
a las cosas que hice
y a las infinitas cosas que no hice,
a mi buena o mala leche, a mis olvidos.
Qué se ganó o perdió
entre estas aguas.
Acuérdate, Hermelinda, acuérdate de mí.
Tiempo sin Rostro
Domingo de Ramos
La recuerdo
la avanzada edad sobre su piel mojada
sus cabellos de metal podrido bajo la tierra
y sus grandes ojos de abismo.
La recuerdo
rompiendo incesantemente su imagen
como las rocas que sucumben contra las rocas
el vuelo de su falda trayendo el hedor del barrio
arrastrando algo de mí
un aliento retenido
un frío nocturno después de la muerte.
La he visto
con la pesadez de los años que muy pocos cargan en la nuca
ida / descifrada
a veces como catarata en medio de las calles
inmensamente bella
friccionando sus caderas contra los árboles
como un tornado de madera
que silenciosamente avanza
retrocede salta cae
en luz rodando por las escaleras de un mar encrespado
derrumbándose en mi pecho
y la retuve
inmóvil sitiada por mil preguntas sobre su vida y le dije
tierra pálida
turbulento tiempo que sepulta lentamente la esperanza
donde no hay existencia
polvo muerto sin gemido
que remueva las aguas y haga girar los años